Doméstica
Doméstica
Lavadoras haciendo centrifugados a 600 rpm, algo de polvo, rincones, pelos (de gato), rejas y sombras, sol, telas. Lo doméstico, una tentativa imposible de agotamiento. De personajes que entran y salen donde lunes y domingos -y sus rutinas antagónicas- conviven como extraños. Como decía F., cuánto envejece un niño en las tardes de domingo. Horas extrañas, niños creciendo. Crujiendo. Ya nadie se engalana los festivos. Eso sí, todavía las comidas largas, los platos, las sobras, los postres. Fetuccini youtube. Trapos y cubos (de basura), lavado a mano. Las máquinas, capítulo aparte. Trago final, que cae el sol. Se enciende una luz y todo cambia, como en una discoteca tras la última canción. Utensilios, rumor de lavavajillas pseudo-silenciosos. Una azotea y vecinos: Subid, seguidme. Por cierto, a estas alturas ya lo sabréis: dos lugares donde situarse estratégicamente en las fiestas: 1) el pasillo, 2) el acceso a la nevera, o mejor, la entrada a la cocina (de nada, you are welcome). Tentempiés de cosas que nadie sabe ni siquiera cómo se aguantan. Equilibrios de ropa y objetos, de enseres, hombres y extraños, ácidos grasos, neveras repletas, luces fluorescentes. Baldosas, escai, sillones Chester, mantas, el volumen alto, una pecera vacía. Es sábado por la mañana, se abren las ventanas y corre el aire. A veces se ve el cielo, la colada que flota. Un retazo, un triste trozo. Televisiones encendidas en la madrugada, actuando a solas. Se ven desde la acera y puedes imaginar un olor. Twenty four seven (lo repetiré de nuevo). La ciudad no se interrumpe al llegar a nuestras camas. Nada empieza y acaba. 24 horas 7 días a la semana 365 días al año sin fin, entre la casa y lo oscuro.
Un ejercicio de incompletitud lo doméstico. Las cañerías, los flujos. Todo se conecta, de tu bidé a la sal rosa del Himalaya. Pasan muchas cosas en esa corta distancia. No puedes ni siquiera imaginarlas, sería ridículo además de imposible. Reflujos, vapores, humedad, jarrones y flores, las cosas que huelen, que viven y mueren. Antes se nacía en casa. Las prendas de ropa en su cesta. Ensamblaje de objetos, descripción de los cuerpos, de lo vivo y lo inerte. Bichos. Sexo en vimeo. Whatsapps que entran como una corriente bajo la puerta sin sellar. La galería es un armario sin ventanas. Qué ficción lo doméstico. Ciencia o ficción. Deberíais leer a Ursula K. Le Guin, The Carrier Bag Theory of Fiction. Le Guin dice, o quizás imagina, que quizás el primer arma no fuese una flecha, ni una lanza. Sólo una cesta, una pequeña red tejida a mano, un lugar donde recolectar pequeñas nueces, bellotas, algo de verde. Así nació lo doméstico: cuando aprendimos a acumular cosas. Acumular, que no es otra cosa que la imagen del miedo al descubrir por primera vez la idea de futuro. Es decir, el terror que nos recorre al imaginar una ausencia de lluvia persistente. Así nacieron la agrilogística y las casas, lo que hacemos en ellas, lo que perpetuamos en ellas, los géneros y otras formas de dominio. Así nacieron muchas ficciones que aún creemos. Dicen que antes éramos nómadas. Ahora también, pero un poco más ridículos. Por cierto, lo público nació en un comedor, en París, alrededor de 1760. Preguntadle a Habermas, aunque quizás ni se acuerde. O no quiera pensar cómo todo ha implosionado. Esa es en realidad vuestra tarea, de eso va esta asignatura: de repensar, recomponer, o alternativamente rematar y destruir, los restos de aquella vieja dicotomía, según la cual, lo público y lo privado, lo doméstico y lo urbano, la noche y el día, etc. estaban rotos como un reloj de cuarzo.
ASIGNATURAS
TRONCALES
OPTATIVAS
Compartir: